Ernesto Soltero Sobre el Socialismo, y la falsa Igualdad de las Izquierdas |
|||||
|
||||
Creo en el libre mercado, es decir, el libre intercambio de bienes y
servicios entre la gente, sin intervención del Estado. Rechazo al socialismo, es decir, el control total (o al menos en gran
medida) del Estado sobre la industria y el comercio. No obstante, y contrariamente a la opinión de muchos de mis compañeros
liberales, detesto ser catalogado como “capitalista” o “derechista”, pues, son etiquetas vagas, cuyo
significado ha sido distorsionado. Las expresiones “capitalismo” y “derecha” se utilizan, indiscriminadamente,
para englobar posturas económicas y políticas irreconciliables. Cuando un liberal es llamado “derechista”
está siendo equiparado a fascistas, nazis y conservadores. El liberalismo es tan contrario a esas ideologías como lo es al
socialismo. Dividir el espectro político en izquierdas o derechas resulta impreciso. Más exacta resulta la división entre
liberalismo y totalitarismo, con todas las variantes que pueden existir en el medio. Por
lo demás, el fascismo y el socialismo tienen más en común de lo que la gente piensa. No son en realidad “contrarios
ideológicos”. El Fascismo es de izquierda (por eso apesta
tanto) Quién se lea la historia del fascismo
sabrá lo que muchos quisieran ignorar: que el origen del fascismo está en el socialismo. Fue del partido socialista italiano
de donde expulsaron a Benito Mussolini, y aunque se le acusa de haber traicionado sus ideales, muchas cosas heredó el dictador
de su ideología anterior, como por ejemplo, su deseo de controlarlo y vigilarlo todo, como si los seres humanos fuésemos un
rebaño. Tanto el fascismo como el socialismo
se caracterizan por la excesiva intervención del Estado en la vida del individuo. En ambos sistemas, quienes administran el
gobierno creen saber que es lo mejor para sus ciudadanos, y por ende, se sienten con derecho a decidir por ellos, pues, desde
su punto de vista, somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos. Con ello justifican su vigilancia y su represión policial.
A diferencia del socialismo, en el fascismo
existe la propiedad privada. Pero esta está subordinada a los intereses del Estado (el cual supuestamente representa al colectivo
o nación, pero en realidad representa al caudillo). Los comerciantes compran y venden a los precios que el Estado pide. Los
industriales fabrican lo que el gobierno quiere. Al final, la intervención de ambos regímenes es casi la misma. El fascismo
es el control total, pero indirecto, de la industria y el comercio. Aparte de ello, el fascismo tiene un discurso belicista, el cual, a juicio de los
izquierdistas, nada tiene que ver el marxismo. No obstante, cuando Marx hablaba de “Lucha de clases” no estaba
precisamente hablando de un torneo deportivo. La otra diferencia clave, en teoría, es la supuesta igualdad presente en el
socialismo, contraria a la verticalidad del fascismo. Tal igualdad no ha existido nunca en ningún régimen socialista. La clase
política, la élite, se convirtió en la nueva aristocracia. La igualdad de clases sólo existía para el pueblo, es decir, una
clase inferior a los gobernantes. Los liberales y la Igualdad Es el tema de la igualdad, entonces,
lo que supuestamente caracteriza al izquierdismo. Los marxistas proponen eliminar las clases sociales, expropiar a los ricos
y dárselo todo al Estado. Según los marxistas, durante esa transición hacia la utopía comunista, los obreros deben imponer
una dictadura. Si todo esto suena contradictorio, más ilógica resulta la idea de que una élite de intelectuales se autodenomine
“representante” del proletariado. La igualdad de los marxistas aparece, además, cuando se elimina al enemigo.
Esa igualdad no sólo faltó en la práctica, sino también en la teoría. Lo cierto es que el marxismo no sólo
no acabo con la división entre clases, la acentúo, y la empeoró. Más que un avance fue un retroceso. Las dictaduras de izquierda
brindan tanta libertad a sus ciudadanos como la monarquía absoluta, de la cual nos había librado el liberalismo. Durante siglos,
la única forma de tener un nivel social alto fue perteneciendo a la nobleza o ganándose el cariño de los aristócratas. En la época del antiguo régimen (monarquía
absoluta) Los reyes eran reyes porque tenían un derecho (imaginariamente) celestial. En las dictaduras de izquierda hay una
nueva nobleza (dirigentes políticos) autodenominada representante de la (sacralizada) clase obrera. Según ese criterio, cuando
Fidel Castro come langostas con amigos como García Márquez, es el pueblo cubano quién comparte las langostas con el escritor
colombiano…aunque más de una persona en La Habana esté haciendo una cola kilométrica para pedir su ración de arroz.
Todo esto no es resultado de “una
mala aplicación del socialismo”, sino precisamente una consecuencia inevitable de la aplicación de un sistema inviable.
Quién diga que en un país socialista hay “más poder para el pueblo” se equivoca. No puede ser poderoso quién depende
demasiado del Estado y no puede librarse de esa dependencia. Nosotros los liberales no creemos en
la eliminación de las clases sociales. Por ello nos colocan a la derecha del espectro político. Pero creemos en otras formas
de igualdad, menos utópicas y más realistas, las cuales no han existido en ningún régimen dictatorial de izquierda. Los liberales
creemos en la igualdad de derechos y de oportunidades. A la vez, reconocemos diferencias entre los seres humanos: aquellas
que nos caracterizan como individuos. No todos tenemos las mismas capacidades
intelectuales o físicas, pero si el mismo derecho a la libertad, a la vida, a la paz, a la propiedad y al bienestar. El tener
mayor capacidad intelectual o física que otros no nos da derecho a oprimir a otros. Por otra parte, el reprimir a quienes
tienen esas capacidades, resulta por demás injusto, y utilizar al colectivo para impedir que un individuo sobresalga, es un
crimen. En un sistema económico liberal, en
donde el Estado no es obstáculo para la iniciativa privada, todos tenemos las mismas oportunidades de crecer. En un sistema
liberal hay menos monopolio y más competencia, más empleo. Los emprendedores tienen mayor oportunidad de crear industrias o de comerciar. Los obreros y profesionales encuentran más opciones de trabajo, y mejores
sueldos, pues, no sólo se compite por vender más, sino por contratar personal. Y en cuanto a la solución socialdemócrata… No es precisamente la más indicada.
Pues, a pesar de que algunos aspectos del discurso socialista moderado se asemejan al discurso liberal, en la práctica no
lo son. Es falso que existan oportunidades para todos en una economía de centro-izquierda, pues, se trata de un modelo en
donde el Estado beneficia a un grupo privilegiado y obstaculiza a los pobres mientras le
reparte migajas. Una empresa como PDVSA, por ejemplo, beneficiaría más al país si esta fuera privatizada y se le entregaran
acciones a los venezolanos. La economía centro-izquierdista, en
donde el Estado otorga concesiones a sus amigotes para poder dedicarse a ciertas actividades económicas es quizás mejor que
tener todas las empresas estatizadas, pero no por ello es la mejor solución. Los socialistas radicales impiden cualquier tipo
de igualdad al estatizarlo todo. Los socialistas moderados ofrecen las mismas igualdades que nosotros los liberales, pero
no la cumplen, pues, su modelo no es la libertad total, sino la libertad condicional. El modelo económico de la centro-izquierda,
aunque un poco más light, se asemeja también a la monarquía absoluta. Mercantilismo, capitalismo de Estado…el verdadero
capitalismo salvaje. Nada de liberalismo económico. |
||||
|
||||