Ernesto Soltero

Los Simpons, y la ética cuasi-liberal (a propósito de la prohibición de CONATEL)














Ernesto Soltero





Hay que quitar los programas de televisión que son una mala influencilla en los chiquillos
Ned Flanders, Ministro de Comunicación e Información
















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Durante la primera semana de abril CONATEL, organismo venezolano encargado de las telecomunicaciones, decidió abrir una investigación al canal Televen por transmitir la serie Los Simpsons. Posteriormente el canal sacó el programa del aire.  Esta es la opinión de un liberal-libertario al respecto.

 

 Les confieso algo. Tengo mis diferencias con Los Simpsons. Ideológicamente tiene un mensaje izquierdista el cual me parece chocante y contradictorio (critican a las corporaciones con un producto corporativo, por ejemplo). Pero no puedo negar cuanto me río con personajes como el gordo Homero y lo ingenioso que resultan muchos de sus argumentos y diálogos.Por otra parte, tampoco puedo negar cuán ridícula me parece la posición de CONATEL en Venezuela al querer cambiar el horario de transmisión de esa serie animada. A CONATEL no le importa si el programa cuestiona el modo de vida norteamericano, porque la mojigatería no discrimina ideológicamente.

 

 Muchos consideran discordante ver a un gobierno socialista aplicar  medidas como las de CONATEL.  La verdad no es tan contradictorio, de hecho,  no hay nada más conservador en lo moral que un gobierno de izquierda. Si bien, muchos ven en la legalización de las drogas, la prostitución, el aborto o los matrimonios homosexuales una muestra de socialismo aplicado a la moral, la realidad es otra. Son leyes de corte liberal de las cuales se apropiaron ciertos socialistas en los países democráticos, basadas en el respeto a la individualidad, nunca respetada por gobiernos de extrema izquierda. Los gobiernos de Cuba y Corea del Norte son más represivos en ese campo que cualquier presidente republicano estadounidense.

 

 Muchos de esos valores liberales son defendidos en la serie Los Simpsons, fieles a la doctrina cuasi-liberal del partido Demócrata estadounidense, que predica la libertad moral del individuo, mas no la libertad económica. Tanto socialdemócratas como neocomunistas piensan (o mejor dicho, predican) que los individuos tenemos derecho a hacer con nuestro cuerpo lo que nos venga en gana, no así con nuestro dinero ni con nuestras propiedades. Cuando el Estado decide que hacer con nuestros ahorros también interfiere con nuestra privacidad.

 

 No podemos decir, sin embargo, que los socialistas no tienen un discurso moral. Sólo que su discurso es también intolerante. Los socialistas,  han sido históricamente anticlericales, por ejemplo,  no por respeto a la libertad de cultos, sino por querer imponer el ateísmo dogmático como verdad absoluta. Muy distinto al Estado laico propuesto por el liberalismo desde sus comienzos, el cual respeta nuestra decisión de creer o no creer en alguna religión. Y si gente como Engels atacó a la familia como institución, fue por querer imponer la poligamia como única opción.

 

 No se imaginó Matt Groening, creador de la serie animada norteamericana, que un gobierno con valores “izquierdistas” lo censuraría. Es lógico. Tanto la derecha conservadora (criticada en Los Simpons) como la izquierda radical tienen bastante en común. Ambas se caracterizan por creer en el derecho a decidir que es lo que debe hacer la gente con su propia vida a través del aparato gubernamental. Terminan decidiendo  cosas como los programas de televisión que debemos ver... y los productos que debemos comprar.

 

 Finalizo el artículo aclarando algo: liberalismo moral no es sinónimo de libertinaje, aunque suene contradictorio. Una persona puede, por ejemplo, predicar la religión mormona y estar conciente de que no se puede discriminar laboralmente a un homosexual. También podemos estar concientes de que males como el alcoholismo o la drogadicción no se atacan eliminando el alcohol o las drogas. Agrego además que yo, Como liberal,puedo estar en desacuerdo con ciertos elementos ideológicos de Los Simpsons, pero nunca prohibiría ni restringiría a través de leyes su transmisión por considerarla una "mala influencia". Son los padres, y no el gobierno,  quienes deben decidir que es lo mejor para sus hijos.
















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